martes, noviembre 8

Inestabilidad Mental.

La soledad me dio la mano y caminamos bajo el rocío que nos regaló la madrugada. El sol se desperezaba  mientras pasabamos junto a las lápidas. La nostalgia apareció por la gran verja del cementerio, acercándose,  y yo le dejé hacer. El reloj de la pequeña ermita dio las infinitas en punto, con campanadas estridentes que acompañaban mis latidos. Un gato ronroneó a mis pies, anunciando la llegada de la tristeza. Vieja amiga. Dos lágrimas la acompañaban; se sentaron junto a mí,  dejándose caer sobre mi lápida. Exactamente doce segundos después de la penúltima campanada, apareció. Allí estaba él, caminando hacia el vacío, sin sonrisa, sin mirada.

- De nuevo has venido, amor mío - susurré, apartando a las dos lágrimas, dejando espacio entre nosotros. El chico se arrodilló a mis pies y dejó caer su cabeza sobre mis rodillas. Las compañeras de la tristeza se acercaron, ignorando mis súplicas, y mojaron mi vestido.

- Te echo de menos - gimió. Apenas fue audible, pero en mi corazón retumbaron sus palabras como cañonazos - No puedo seguir sin tí...

Intenté levantar su cabeza, pero cesé en el intento cuando recordé que ya no era corpórea, tan sólo una sombra de mí misma. Ignoro el tiempo que pasamos en esa posición. Él derrotado, yo abrazándo sin tocarlo. Me dejé mecer por su aroma, sus latidos y su acompasada respiración. 
Cuando abri los ojos, ya no estaba. Tomé de la mano a la desesperación y despedí a la histeria con la mano. Después de tantos años, ella ya no se resistía; comprendía que ya no quedaba sitio para ella, sino para mis recuerdos.

Inestabilidad Mental.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

una vida imaginada, un hombre irreal...

Anónimo dijo...

Precioso.
Me ha gustado la personificación de las lágrimas.
Un beso (L)